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Zacapu Tacanendam - Un pueblo que nació sobre la piedra

PRÓLOGO


Había una vez un pueblo, que tenía como todos los pueblos, su iglesia, su presidencia y su mercado, solo que la iglesia no tenía torre, la presidencia decía Palacio Municipal, y no parecía un palacio, el mercado no tenía bardas, eran puestos con lámina de cartón, quizá más bien no había mercado.

 

Las tardes en este pueblo eran como las de otros pueblos, detenerse a sentir la vida, a mirar a los demás, y a sí mismo. Nadie tenía prisa y había ruido solo si llovía. El sol tenía calor y cansado caía sobre las calles empedradas, quedándose inmóvil mientras en el campanario "daban" las tres. Cada campanada se quedaba vibrando hasta que se oyera en las orillas del pueblo; después, todo quedaba en el letargo de la tarde, aquellas tardes de mayo con cielo azul y golondrinas formando figuras.

 

Este pueblo es así, todos nos conocemos y sabemos lo que hace cada quien, a muchas partes vamos todos, al rato al rosario, o a ofrecer flores entre cantos y copal.

 

Igual a la topa que al jubileo de las 40 horas.

 

Ellos, los del mercado comían allí, y la señora gorda, la de la esquina daba de comer a su loro, mete los dedos entre la jaula y espera a que el animal tome, tiene los dedos llenos de anillos, algunos incrustados en la piel, y las uñas encorvadas como el pico del animal. El señor de los cachuates dormita, y la plaza está desierta, sólo los de mala fama están en las bancas; el loco jugando solo, volados que siempre gana, y la novia del pueblo, por supuesto con uno de sus novios.

 

La carretera pasa por la plaza, allí toman la flecha los que se van p'al norte, sin embargo, el pueblo no aparece en los mapas, dicen que porque no es importante. ¿Por qué dirán eso? si hasta crímenes han ocurrido y los comentamos durante meses.

 

Conocíamos bien nuestro pueblo hasta la piedra, hasta la estación, hasta el pantano y la Angostura.

 

En ese tiempo jamás imaginé que en este pueblito faltara algo, hasta copal y alumbre había en la Palestina.

 

Platican los grandes, que dijo el cura que van a poner unas fábricas de hilados y tejidos, que eso va a ser ahora después de la guerra, y que una va a estar en Zacapu.

A nosotros nos da gusto y miedo porque no sabemos cómo vaya a ser eso.

 

Apenas habían pasado unos días cuando viviendo con don Rafail desde la plazuela vieron unos güeros. Topamos con ellos en la plaza, traían pantalones de colores y no hablan con nosotros ni nos miraban. Empieza a pasar el tiempo y ahora vemos más indios a los "naturales" de las comunidades, sobre todo a los que hablan tarasco, nosotros por lo menos "somos de razón" y hablamos español, aunque lo mejor sería que habláramos inglés. De pronto nos sentimos mal de nuestra ropa, de nuestras casas, de nuestras costumbres, como quien quisiera esconder los pies porque está descalzo. ¡No estábamos preparados!

 

El padre Rodolfo hizo lo que pudo, pero no había bibliotecas, ni librerías, ni Casa de la Cultura, sí había cantina, billares y zona roja, una vez llegaron las misiones y las monjas con sus cristos fueron a la "zona", menuda sorpresa se llevaron los parroquianos al verlos llegar.

 

Ahora, al mirar de lejos nuestra infancia, nuestras concepciones equivocadas, el falso concepto que nos formamos de nuestro entorno, de nuestro origen, de los demás y de nosotros mismos, sólo nos queda reconocer que nos faltó educación, formación e información.

 

Y es en este contexto que, parafraseando a los cubanos Zacapu, lindo Zacapu, quien lo conoce lo quiere más, así nos acercamos a la antropología y a la historia para que nos ayuden a saber quiénes somos, esas ciencias saben más de nosotros, que nosotros, y los que las estudian saben más de aquí que los que aquí nacimos.

 

Así Cruz Elena se dio a la tarea de investigar del basto material que principalmente localizó Luis, para redactar los capítulos de a la vez que hizo la corrección de estilo del libro todo de Luis también se hizo cargo de un capítulo, el de Isabel por su parte escribió sobre y Froylán investigó acerca de los muchachos del Centro Universitario del Valle de Zacapu, colaboraron con alguna información.

 

Marisol participó en la obtención de datos del Archivo Parroquial.

 

José Luis el que se fue a Mérida, nos envió datos de primera mano de la investigación que él realizó, aquí Miguel y el profesor Fausto nos prestaron sus monografías personales y la Srita. Margot nos dio la oportunidad con su colección de fotos y Fela se hizo cargo de la logística.

 

Este trabajo es el producto de meses de investigación, de muchas horas de trabajo y del apoyo de un variado y valioso material bibliográfico. Sin embargo, el mayor mérito de este material es el de ser el fruto de un trabajo colectivo, estar hecho por un grupo de investigadores del Colegio de Michoacán, de la Escuela de Historia de la Universidad Michoacana, del Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación, con la participación del trabajo de campo de los estudiantes del Centro Universitario del Valle de Zacapu.

 

Asimismo, tuvimos el apoyo de la gente del pueblo a través de anécdotas y del material personal que ellos conservan. Es también relevante el valioso apoyo de las autoridades eclesiásticas al permitirnos el acceso a su archivo, el cual tiene el gran mérito de tener información desde 1670, por lo que participar en este trabajo, representó un viaje al pasado, que nos enorgulleció de nuestro origen P’urhépecha, y nos ubicó en una realidad actual, y es esta experiencia la que deseamos compartir, si lo logramos el esfuerzo no fue en vano.

 

Con un saludo fraterno:

Cruz Elena Corona Fernandez.

Maria Isabel

Luis Sevilla.

Froylán

Srita Margot Cortés.

Prof. Fausto Fuentes.

Prof. Efren

Sr. Cura de Zacapu.

Presbitero de Zacapu.

Párroco de Tzintzuntzan.